Estimulantes - Azúcar, cafeína, alcohol
Son nuestros queridos alimentos reconfortantes. Actúan sobre los neurotransmisores (serotonina, dopamina, GABA) de tal forma que nos hacen sentir realmente bien a corto plazo: un subidón de azúcar, un chute de cafeína o la relajación temporal del alcohol. Pero una vez que los efectos desaparecen, podemos sentirnos fatigados, ansiosos, de mal humor y desesperadamente deseosos de más. Cada una de estas sustancias tiene el potencial de alterar nuestro delicado equilibrio hormonal y neurotransmisor, contribuyendo así al estrés corporal y afectando a la forma en que percibimos y gestionamos el estrés. Además, todas ellas se han asociado con el agotamiento de nutrientes, como el magnesio, que a menudo ya es deficiente en la distonía.
El azúcar no es del todo malo. De hecho, el cerebro necesita un suministro constante de glucosa para funcionar correctamente y producir neurotransmisores. Las frutas son una fuente increíble de antioxidantes y vitaminas/minerales; la miel, el sirope de arce y otros azúcares naturales aportan enzimas, prebióticos e incluso algunas vitaminas. Los problemas surgen con el consumo frecuente de azúcar y carbohidratos simples en exceso (por ejemplo, pan blanco), así como de cafeína y alcohol, que pueden desencadenar fluctuaciones del azúcar en sangre. Un suministro irregular de combustible al cerebro puede provocar ansiedad, depresión, sensación de agobio, falta de motivación, sueño insuficiente, incapacidad para concentrarse, fallos de memoria, pensamientos acelerados, dificultad para manejar el estrés, sentimientos de desesperanza, etc. Uno solo de estos síntomas puede tener un impacto significativo en los esfuerzos de recuperación.
El café, el té verde/negro y el vino tinto también aportan beneficios, lo que nos ayuda a racionalizar su consumo. Sin embargo, para algunas personas, incluso una sola taza de café a primera hora de la mañana puede tener efectos perjudiciales sobre el sueño.
Alimentos procesados
Preparar y/o cocinar alimentos frescos puede resultar difícil o a veces imposible para muchas personas con distonía, por lo que los alimentos procesados pueden resultar útiles. Es importante buscar los que tengan el menor número de ingredientes y los más reconocibles. Muchos alimentos procesados están cargados de aromas artificiales, colorantes, conservantes y otras sustancias químicas que nuestro organismo no sabe cómo procesar. Aunque algunos se consideran "seguros" basándose en pruebas de un solo producto, se desconocen los efectos tóxicos acumulativos de la exposición a diversos aditivos alimentarios, procedentes de múltiples fuentes de alimentos a lo largo del día.
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Algunos de los más comunes son Tartrazina (amarillo nº 5); GMS o glutamato monosódico (también se esconde bajo muchos otros nombres, como "sabor natural"); Nitritos/nitratos -conservantes utilizados en charcutería-; y maltodextrina. Existen más de 1.500 aromas sintéticos diferentes. Es importante informarse sobre lo que se introduce en el organismo. Dependiendo de las sustancias químicas que consuma y de la cantidad, pueden ser tóxicas para el sistema nervioso, los riñones o el hígado; afectar negativamente a las bacterias intestinales; provocar alergias, hiperactividad o cambios de comportamiento; o tener el potencial de causar cáncer.
Gluten y lácteos
Hay mucha controversia sobre si es necesario evitar el gluten y los lácteos. En la distonía, el estrés tiene un gran impacto en la digestión, la motilidad intestinal, la absorción de nutrientes, la función inmunitaria y el microbioma. Todo ello desempeña un papel a la hora de determinar si se producen las enzimas adecuadas para la digestión del gluten y los lácteos y cómo reacciona el organismo ante estos alimentos. En el caso del gluten, la hibridación y modificación de los cereales también puede ser un factor.
La sensibilidad al gluten no celíaca no siempre es fácil de detectar. Es posible no tener síntomas intestinales de sensibilidad al gluten y, sin embargo, experimentar reacciones en el cerebro y el sistema nervioso, o en otras zonas del cuerpo. Puede valer la pena eliminar el gluten durante varias semanas o meses, y considerar la posibilidad de trabajar para reparar y reponer el intestino.
En lo que respecta a los lácteos, la intolerancia a la lactosa es frecuente, sobre todo porque la producción de lactasa (la enzima necesaria para digerir la lactosa) disminuye con la edad. También hay otros componentes de los lácteos que pueden provocar alergias u otros síntomas, sobre todo problemas intestinales y cutáneos. Los lácteos tienen beneficios, ya que contienen prebióticos y otros nutrientes; sin embargo, dependiendo de los síntomas, puede merecer la pena un periodo de eliminación de prueba.
Conclusión
El objetivo no es eliminar todos estos alimentos lo antes posible, ni necesariamente todos a la vez. Para evitar los antojos y los efectos del síndrome de abstinencia, lo mejor es abandonar lentamente un alimento o sustancia cada vez, sustituyéndolo por alternativas nutritivas pero satisfactorias.
Y lo que es más importante, es fundamental que se permita tropezar con frecuencia cuando emprenda la difícil tarea de reducir o renunciar a algunos de sus alimentos favoritos. Le llevará tiempo averiguar qué le funciona y qué le hace sentirse mejor o peor. Cada vez que pruebe algo diferente, aprenderá más sobre sí mismo y su cuerpo. Puede que te sorprenda gratamente lo rápido que notas un impacto positivo en tu salud física y mental una vez que eliminas algunos de estos alimentos de tu dieta.
Bonnie James BSP, ACPR, RSR
Farmacéutica y nutricionista holística
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